
En barrios periféricos de nueva construcción de toda España se multiplican los llamados «bloques cebra»: edificios residenciales clónicos que prometen eficiencia y rapidez, pero que también despiertan un gran debate social sobre la pérdida de identidad y personalidad de nuestros barrios y ciudades.
Seguro que has visto este tipo de edificios, que se caracterizan por ser altos, con fachadas de franjas blancas y negras, carpintería de aluminio oscura y terrazas en línea, y que representan la viva imagen de la arquitectura residencial contemporánea. Además, su diseño moderno, funcional y de estética minimalista lo han convertido en la opción preferida por muchas promotoras.
Hay «bloques cebra» para todo tipo de presupuestos: podemos encontrarlos de un millón de euros y también de alquiler social, en barrios de alto standing y en zonas más populares. Además, todos siguen un mismo patrón, y muchos tienen piscina comunitaria, baño en suite, suelo laminado, cocina americana, zonas comunes y trastero.
El problema, según los arquitectos, es la homogeneización de este tipo de construcción, pues no se adaptan al entorno ni al clima propio de cada zona y están construidos con materiales estándar que tanto sirven para una zona de calor (Sevilla, por ejemplo), como para una zona más fría (Huesca o Bilbao), lo que da como resultado una estética monocroma sin personalidad propia.
Urbanismo de catálogo
Según los arquitectos, el éxito de los «bloques cebra» también tiene que ver con cómo se regula el urbanismo en España. La normativa se centra en parámetros cuantitativos (edificabilidad, alturas, alineaciones…) pero rara vez habla de la calidad arquitectónica de la construcción o la relación de los edificios con el espacio público o su integración con el entorno.